Por un polvo (Carlos Daniel Malavé, Venezuela/Cuba/Perú, 2008) no es un derroche de ingenio. El personaje principal pretende ser como la novia asesina de Kill Bill (2003, 2004) y los constantes saltos temporales también recuerdan cualquier película de Tarantino. Una estructura que aquí se usó, al menos, en Elipsis (E. Arias-Nath, 2006) y en Puras joyitas (Oropeza y Rivero, 2007). Como los intertítulos que dan nombre a las partes o el uso de cortinillas del llamado cine clásico. Tal vez los chorros de sangre aparezcan por primera vez en Venezuela gracias a esta obra. Tampoco son muchos. Nada que salvar: chistes previsibles sobre los polvos, pésimas actuaciones, desnudos pudorosamente fotografiados, uso excesivo de música, puesta en escena llena de chapuzas, efectos digitales para dar esa impresión de calidad que produce la tecnología a la mano y situaciones que se repiten para que el espectador bruto entienda. Todo visto en el cine extranjero y en producciones venezolanas tan pedantes como ésta. Lo peor es que la película es muy larga y las escenas larguísimas. ¿Hasta cuándo Tarantino va a ser vanguardia para los cineastas de este país? ¿Hasta que se convierta en polvo? (Ricardo Azuaga)
Publicado en el diario Últimas Noticias (6.3.08)
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